domingo, 12 de octubre de 2014

El Tripa Merani: otra vez abuelo

Hermano Adelsio: Tandil, una ciudad donde se ora trabajando y se trabaja orando

Cada ciudad se la identifica no solo por su nombre o un accidente geográfico, sino particular- mente por su gente que le brinda un calificativo de sus virtudes más sobresalientes. 
Córdoba la docta, la ciudad de los conventos y campanarios. Buenos Aries la ciudad febril, donde sus habitantes no duermen, La Plata, ciudad juvenil de estudiantes, con susprestigiosas facultades y sabios profesores, sus museos y sus diagonales. Salta, la linda, Mendoza, la tierra del sol y del vino, sin olvidar las ciudades patagónicas, que cuales frágiles embarcaciones, enfilan sus proas al sur, teniendo como brújula celeste la Cruz del Sur. Anchurosos ríos, colmados de misterios en la región mesopotámica, abriéndose camino entre espesos bosques o las áridas mesetas, barridas por los vientos que suenan con suaves melodías puneñas de una quena o los dorados trigales de la pampa gringa. Esta es la realidad geográfica de nuestra patria, variada y múltiple, pero más aún lo es por la diversidad de pueblos que la habitan, cuya gran riqueza lo constituyen sus habitantes, en un crisol de razas y pueblos. Tandil con la identidad de la fe de sus habitantes, de su fortaleza física y laboriosidad y su constancia, por su pensamiento emprendedor y febril que le animan, donde cada crisis, históricamente superadas, fueron el motor que transformó la realidad en un nuevo imaginario social y económico. El tandilense pareciera vivir intensamente cada momento, con nuevos emprendimientos industriales, grandes obras públicas, calles abiertas, pavimentos y barrios que se multiplican, acompañado de modernos centros de salud, luciendo ahora una aureola de hermosas villas y confortables cabañas para recibir al huésped de paso, o al turista sediento de encontrar silencio, aire puro y un cielo azul, al pie de sus serranías. Tandil es único en su género. Modelo de convivencia social, donde los conflictos se resuelven en los consensos y el respeto de los acuerdos, donde la democracia no es un mero enunciado, sino la participación indirecta de todos sus ciudadanos, en el juego político de mayoría y minorías. Sobre el sustrato de los pueblos aborígenes, ellos mismos llegados del otro lado de la cordillera, la concordancia de sus primeros habitantes, encabezados por autoridades civiles y militares, aunados en una misma empresa de fundar y sostener una ciudad con mirada visionaria y de grandeza, soñada por el Brigadier General Don Martín Rodríguez. se fueron aglutinando primero en míseros ranchos, para luego, siguiendo los primitivos lineamientos de urbanización del Ingeniero militar napoleónico, Coronel Don Ambrosio Cramer, se constituyeron en la gran aldea, hoy moderna ciudad. Una ciudad cuyo nacimiento fue un parto en el dolor de sus primitivos habitantes, por las innumerables dificultades que debieron superar, los continuos ataques soportados en la soledad y lejanía, que no se convirtió en frágil dolorismo, sino en vitalidad renovadora y pascual, que será la característica propia de esta urbe, como lo veremos luego. Junto a sus primitivos pobladores que habían permanecido dispersos en la región, aferrados en la fe inquebrantable de su amor a la Siempre Pura y Limpia Concepción y a su Hijo, el Señor de los Dolores, fueron llegando nuevas familias, criollas algunas, de origen vasco e ibérico las otras. La Cruz Evangelizadora en las sierras de Tandil y del Volcán Con cierta certeza podemos afirmar que los primeros misioneros que llegaron a esta región de las Sierras del Tandil, fueron tres sacerdotes de la Compañía de Jesús, quienes imitando la anterior experiencia de las Misiones Jesuíticas, habían fundado la Reducción de la Virgen del Pilar, en la hoy denominada Laguna de los Padres en el año en 1744. La primitiva comunidad de misioneros estaba constituida por tres miembros: los sacerdotes Matías Stroebel, alemán, José Cardiel, español y el célebre Padre Tomás Falkner, joven médico inglés que había llegado a Buenos Aires, acompañando a un barco negrero. Afectado él mismo por la viruela fue recibido y cuidado por los Padres de la Compañía de Jesús, para luego, convertido del calvinismo al catolicismo, ingresar en la Orden y ser ordenado sacerdote en Córdoba, donde tuviera brillante actuación como docente e investigador en la Universidad Jesuítica. Fueron estos misioneros los primeros evangelizadores e las tribus Pampas y Tehuelches, diseminadas en las serranías del Volcán y del Tandil, inclusive hubo una misión a orillas del arroyo de los Huesos, en medio del asentamiento indígena, pero tuvo muy poca duración por la intransigencia de su cacique, que obligó al audaz misionero abandonar del lugar.( Cf. José Juárez García – Historia de la Parroquia de Tandil -1954) Expulsados los misioneros por disolución de la Compañía de Jesús, en 1767, desaparece el Pueblo y la Misión del Pilar. Los aborígenes se dispersan y la fe se refugia en la poca población criolla que permanecerá aislada en esta inmensa soledad de la llanura y de las sierras. El saludo, santo y seña del que se aventuraba a acercarse a estos ranchos era, la clásica expresión de fe mariana heredada de los Padres Jesuitas, paladines en la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción y su lucha contra las herejías protestantes: “Ave María Purísima”. Acompañada de la consabida respuesta: “ Sin pecado concebida” Luego de la primera campaña pacificadora del Brigadier Don Juan Manuel de Rosas, y haciendo uso de los derechos otorgados por la Ley de Enfiteusis de Don Bernardino Rivadavia en 1826, se instalaron los primeros hacendados vascos, provenientes de ambas vertientes de los Montes Pirineos, creando los primitivos establecimientos ganaderos. Dos extranjeros serán como la bisagra histórica del acelerado cambio de nuestra ciudad, ambos de raza y orígenes distintos: El Dinamarqués Juan Fugl, impulsor de la agricultura y de la industria harinera. Indiscutido líder espiritual y religioso y de la integración dano- argentina quien aconsejaba a los emigrantes solteros recién llegados, de acriollarse formando sus hogares con mujeres nativas. El segundo, el noble visionario y comerciante proveniente de Galicia, Don Ramón Santamarina y Varcalcel : Audaz trasportista y navegante del Mar Verde, almacenero y proveedor al por mayor, productor del tasajo y gran empresario del agro. Con él llegarán los pulperos valencianos, de quienes heredaríamos el popular tuteo del “Che”, seguidos del castellano de noble y religiosos sentimientos, que irá modelando la clase dirigente y más tardes los hábiles artesanos italianos que dejarán su impronta en las hermosas mansiones e industrias incipientes. De la Liguria llegaron los primeros emprendedores de la industria alimenticia. Con la llegada del ferrocarril y la explotación de la piedra arribarán los fornidos eslavos: Serbios, Croatas y Montenegrinos, histórico escudos de pueblos guerreros que defendieron Europa del avance otomano. Hombres curtidos por el trabajo, sedientos de libertad, dentro de un exterior endurecido, latía un corazón de dulce sentimientos. Los sencillos y sacrificados vendedores ambulantes sirio- libaneses, que recorriendo primero a pie, luego en su “ jardinera” hacían el puerta a puerta ofreciendo los más variados productos entremezclando cosméticos, retazos de telas, prendas de vestir y artículos de mercería, todo bien apretado en dos maletas de cartón compensando. De esta humilde colectividad surgirán almaceneros mayoristas, industriales metalúrgicos, empresarios y numerosos profesionales. Tandil, la ciudad de las cuatro colinas Desde épocas inmemorables, los peregrinos medioevales identificaban a Roma, como la Ciudad de las Siete Colinas, cada una de ellas perfectamente identificadas por un obelisco coronado de esfera dorada, que reflejando los rayos solares hacían de faro que guiaban los pasos de ignotos romeros. Tandil, por sus numerosos hitos religiosos, la magnificencia de sus monumentos y el esplendor de las ceremonias de Semana Santa, podemos denominarla la ciudad de la Fe y del Trabajo. Y a partir de la inauguración del Cristo de la Sierra, obra de todos sus habitantes, la ciudad de las cuatro colinas. Alturas que dominan nuestra ciudad y que permiten contemplarla desde diversos ángulos La colina donde se trabaja febrilmente: Villa Italia Es la elevacón sobre la cual está edificada Villa Italia y donde se instalaron los obreros del ferrocarril y nacieron las primitivas industrias metalúrgicas. La melodía salmódica del ronronear de las máquinas y de los tornos, la rotación de sus hornos de fundición y la febril actividad de su parque industrial, ubicado al fondo, unidos al bullicio de sus calles y a las canciones infantiles, constituyen una gran sinfonía religiosa del trabajo. Torreón de este templo, es lo que podríamos llamar el Palacio de la Luz, la usina eléctrica. El Monte Calvario: La colina donde se ora Hacia el oeste, como abrazando a la ciudad, con los amplios brazos del Crucificado que corona una segunda colina, se yergue el Monte Calvario, cuya cima se alcanza subiendo por los centenares de escalones de la Scala Sancta o recorriendo paso a paso lentamente, las diversas estaciones del Vía Crucis. Siguiendo en silenciosa marcha y en iluminados senderos del hilo dorado de las antorchas que reúne a las familias tandilenses en la noche del Martes Santo o el río humana que desciende en forma compacta en la procesión del Cristo Yacente, d
el Viernes Santo, allí Tandil ora y canta. El Monte Calvario, obra y patrimonio de todos los tandilenses, es el santuario de cielos abiertos, donde se reza, girando la mirada entre el gigantesco ícono de Fe y de Amor y la contemplación de una ciudad que día a día pareciera elevarse para tocar el Cielo. La colina de la contemplación: El Parque de la Independencia El Parque Independencia ubicada hacia el sud este, es el balcón obligado para contemplar la hermosura de la ciudad y admirar la obra de sus habitantes. A medida que se asciende por la cinta asfáltica bordeada de robustas pirámides talladas en el duro granito y ligadas por rústicas cadenas , el corazón se va preparando por una gran sorpresa, la maravillosa ciudad, obra de sus habitantes, que en forma anónima la fueron construyendo, piedra a piedra, ladrillo a ladrillo. La presencia del monumento ecuestre de su fundador, el Gral. Don Martín Rodríguez, con su mirada penetrante que pareciera perderse en la lontananza entre la ciudad y la pampa, don- de el cielo se une a la tierra, nos invita a contemplar la moderna ciudad con su damero de calles y avenidas, sus monumentales edificios, y la coquetería de los barrios residenciales. Ante la mirada curiosa del vidente, El Centinela, la Movediza, el Lago y el Calvario parecieran desplazarse como en una película de ficción. El Cristo de las Sierras: Colina de la Paz y de la Reconciliación. En la lejanía y a la mirada del pasante, se descubre entre las Sierras del Tigre y la colina de Villa Don Bosco, emergiendo cual faro salvífico, la gigantesca imagen blanca del Cristo Redentor. Monumental expresión de fe, soñado hace medio siglo para ser instalado en la cúspide del Cerro de las Ánimas, obra mancomunada de todo el pueblo creyente de Tandil, impulsada por las autoridades municipales, apoyada generosamente por lagente de la industria local, calificados artistas y experimentados fundidores, el Cristo de la Sierras, como el Calvario, ya nos pertenece a todos y forma parte de nuestro patrimonio religioso. No es un Cristo triunfal, sino un Cristo lleno de bondad y misericordia. Ubicado al sud -este de nuestra ciudad, ascendiendo por un serpenteante sendero , el piadoso peregrino o el curioso turista, se encontrará sorprendido ante un Cristo que pareciera salirle al encuentro, con su brazo derecho en señal de bendición y su mano izquierda que invita acercarse, Ubicado en un sitio privilegiado, rodeado de las heridas de las viejas canteras de granito, hoy abandonadas y junto a la Reserva Natural de la Sierra del Tigre, su presencia serena y su gesto amplio pareciera reconciliar en un fuerte abrazo, las llagas de un ayer de duro trabajo, con el paraíso perdido de una armonía universal rota por el pecado, y los corazones apesadumbrados y dolientes de los hombres y mujeres de hoy. Con la fatiga propia del peregrino jadeante en la empinada cuesta, Jesús pareciera repetir a cada uno de los que llegarán por millares: “Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón y sus almas encontrarán la paz. Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt. 11,28-30) 
Fuente: La Voz de Tandil